Siempre he estado involucrada de algún modo con la música. Mi familia, desde mi viejo hasta mis abuelos, todos tocaban algún instrumento. Hay historias hermosas detrás de la música en nuestra familia.

De niña, ingresé al conservatorio para estudiar Violonchelo, pero no duré mucho. No soportaba el método de enseñanza, era simplemente insoportable. Luego, antes de la pandemia, me adentré en el mundo de la música electrónica. Ya había experimentado grandes eventos, y mi primera vez fue en un set de Giuseppe Ottaviani (nada mal como bautismo iniciático).
Recuerdo que mi controladora llegó por correo justo el día en que todo se cerró, en medio del caos al comienzo de la cuarentena. Me sentí feliz, encerrada sin más obligaciones que mezclar y descargar música durante horas y días enteros. También realicé algunos cursos de producción musical y mezcla armónica, aunque la verdadera enseñanza proviene de la práctica.

Comencé tocando en fiestas privadas y afters. Uno de los momentos más memorables fue en el evento de Tristán, organizado por los chicos de Midnight, quienes son discípulos de Bussola. Además, tuve la oportunidad de abrir la noche en los 10 años de Vox Bs.As, junto a Dancing Budhas, y cerrando para Moksha, otro pionero del psytrance en Argentina.
En Rosario, participé en varios proyectos locales del underground, y desde entonces no he dejado de sumergirme en el PsyTrance. Me siento muy influenciada por la mezcla de Indecent Noise, aunque mis gustos son variados. Me encanta la versatilidad y no quiero encasillarme en un solo estilo. El Psy-Trance, el Hard-Trance y el Ácid-Techno me apasionan.
Los ritmos oscuros, rápidos y un poco volados llenan mi alma. Para mí, toda la música es pura diversión.
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